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Las peleas de gallos en Puerto Rico: ¿cultura o crueldad?


El veinte de diciembre de 2018, el Presidente Trump aprobó un acto del congreso que prohibió las peleas de gallos en todos los territorios de los Estados Unidos. Esta prohibición, apoyada por organizaciones para la defensa de los derechos de los animales, hizoconvirtió el deporte ilegal en Puerto Rico el veinte de diciembre de 2019. Aunque muchos estadounidenses consideran las peleas de animales un crimen bárbaro, y la mayoría de los estados ya las ilegalizó hace muchos años, la actividad tiene un significado más complejo en Puerto Rico. Los españoles introdujeron las peleas de gallos a la isla en el siglo XVIII y, desde entonces, muchos boricuas han caracterizado la práctica como un pilar de su cultura. Muchas familias de galleros en la isla han criado y entrenado a los gallos para pelear por generaciones. Para ellos, la práctica forma una gran parte de sus identidades como puertorriqueños. Además, la industria de las peleas de gallos tiene un rol importante en el mercado de la isla, un sistema frágil y susceptible a las crisis económicas. Sin embargo, el argumento contra las peleas, respaldado por muchos defensores del bienestar de los animales, propone que la importancia cultural y económica no justifica el maltrato de los gallos. Sin importar la razón de un argumento sobre otro, esta nueva ley tiene grandes implicaciones para Puerto Rico y todo el mundo porque representa la imposición de ideales norteamericanos sobre comunidades marginadas.

Los deportes de animales florecen en muchos lugares del mundo, no obstante, con mucha oposición. Los participantes de la caza en los Estados Unidos, por ejemplo, consideran la matanza de los venados como un deporte sofisticado. Es más, algunos dependen deen su captura para alimentarse. Para todos los cazadores, su deporte añade a sus identidades y ofrece muchos beneficios sociales. Debido a estas ventajas, el gobierno no ha ilegalizado la caza a pesar de su objetivo violento inherente que muchos estadounidenses denuncian. La tauromaquia, una práctica antigua que frecuentemente resulta en la matanza de un toro, también ejemplifica un deporte popular que conlleva la violencia contra los animales. Miles de españoles llenan los estadios de tauromaquia cada fin de semana para ver lo que consideran una tradición artística. Para mucha gente, especialmente de las regiones rurales donde se crían los toros, el animal simboliza su identidad nacional. La tradición tiene tanta importancia para la identidad española que algunos han intentado incorporar el toro a la bandera oficial. A la misma vez, muchos españoles se oponen a la tauromaquia y participan en manifestaciones políticas con el propósito de prohibir else deporte. Sin embargo, debido a sus firmes vínculos con las identidades de sus propios países, ningún movimiento ni en los Estados Unidos ni en España ha logrado ilegalizar ni la caza ni la tauromaquia.

Las peleas de gallos florecieron por muchos años durante el reinado de España en Puerto Rico. Sin embargo, cuando España cedió la isla a los Estados Unidos en 1898, el gobierno estadounidense prohibió la práctica. Después de treinta y cuatro años de peleas clandestinas, Robert Gore, el gobernador de Puerto Rico bajo la presidencia de Franklin D. Roosevelt, las legalizó en 1933. Desde entonces, el deporte ha tenido un gran rol en la sociedad puertorriqueña no sólo debido a su popularidad como una actividad de diversión, sino a su influencia en la identidad cultural y la economía. Antes del huracán María, Puerto Rico tenía más de ochenta galleras (Florido, 2019). Ahora, en la isla de nueve mil kilómetros cuadrados, quedan alrededor de sesenta. Muchos boricuas participan en esta actividad popular en alguna forma, como criadores, entrenadores u observadores. Cerca de 20,000 puertorriqueños dependen en la industria de las peleas de gallos para sobrevivir económicamente (Mazzei, 2019). Además, algunos políticos puertorriqueños han evaluado el valor económico de la industria como $87 millones (Lima, 2018). En una isla tan pequeña que sufre muchos desastres económicos y naturales, esta industria llena un papel significativo. A causa de su larga historia en Puerto Rico, las peleas de gallos ofrecen muchas contribuciones poderosas a la economía y la cultura de la isla.

Muchos activistas de organizaciones del bienestar de los animales señalan a la violencia de la práctica para apoyar la prohibición. Nadie puede negar la brutalidad de las peleas de gallos. Antes de un combate, los galleros pegan a los pies de las aves unas espuelas de plástico que los gallos clavan en las alas, los picos y, a veces, en los ojos de su oponente. Sangrienta, ruidosa y agresiva, cada pelea resulta en una herida o una muerte. Kitty Block, la presidente de la Humane Society de los Estados Unidos, declaró a un reportero de NPR que “la crueldad no es la cultura. Es importante examinar qué es y qué hace a los animales” (Florido, 2019). En su opinión, los beneficios culturales de las peleas de gallos no justifican la violencia. Semejante a Block, Ashley Bryne de las Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA, por sus siglas en inglés), explicó a BBC que está en favor de la prohibición porque “El hecho de que se haya practicado por décadas no significa que sea correcto” (Lima, 2018). Desde el punto de vista de los activistas como Block y Byrne, los puertorriqueños tienen la obligación de bloquear la continuación de tradiciones culturales que producen actos atroces. Algunos oponentes del deporte también advierten que, porque el deporte no tiene su origen en Puerto Rico, sino España, la práctica no refleja la cultura boricua sino respalda al colonialismo opresivo español (Mazzei, 2019). Según ellos, las peleas de gallos se relacionan con la subyugación de las mujeres, la esclavitud y el racismo. Cada uno ejemplifica una tradición histórica que contribuyó a las identidades culturales durante sus épocas, pero cesó de contribuir después de que la gente se diera cuenta de su crueldad. Según los defensores de la nueva prohibición, las peleas de gallos representan una tradición histórica problemática, no una costumbre cultural beneficiosa. Para ellos, la práctica resulta en más dolor para los gallos que beneficio para los puertorriqueños.

Mientras que muchos de los proponentes de la prohibición argumentan por los derechos de los gallos, los puertorriqueños que condenan esta nueva ley declaran que viola sus propios derechos como seres humanos. Un boricua que se opone a la prohibición, Juan Ramón Figueroa, comentó a un reportero de la BBC que para él, la atrocidad del problema no es el abuso de los gallos sino el abandono de “27, 000 familias sin empleo” (Lima, 2019). Según críticos como Figueroa, la ley, impuesta por legisladores en Washington, no toma en cuenta los deseos de los puertorriqueños. De hecho, la isla no tiene nadie en el gobierno estadounidense con el poder de votar en el congreso. Ni siquiera la gobernadora de la isla, Wanda Vázquez Garced, puede participar en los votos que determinan la legislación de su hogar. Por esa razón, muchos puertorriqueños sienten “un profundo resentimiento” por el gobierno estadounidense (Mazzei, 2019). En enero de 2019, ese resentimiento se manifestó en una protesta en San Juan de 2, 000 puertorriqueños que pidieron la anulación de la prohibición de las peleas de gallos. La alcaldesa de la capital, Carmen Yulín Cruz, respondió a la muchedumbre al proclamar que no permitiría a la policía de su ciudad interceder en ninguna pelea de gallos (Florido 2019). Semejante a Yulín, Vázquez también negó la prohibición cuando afirmó una demanda dirigida a las cortes de Washington con la intención de revertir la nueva ley (Florido, 2019). Aún así, ni Yulín ni Vázquez tienen suficiente poder para combatir la política de sus superiores. A fin de cuentas, a pesar de los deseos de los boricuas, el gobierno de la isla necesita seguir las leyes de los Estados Unidos.

El deporte, el espectáculo, o tal vez el crimen, tiene una historia larga y rica en Puerto Rico y no pueden desaparecer inmediatamente. Muchos puertorriqueños proclamaron que continuarían sus peleas en secreto después del veinte de diciembre, cuando la ley tomó efecto. Por eso, a muchos puertorriqueños les preocupa que la nueva prohibición vaya a ocultar la industria y quitar las pautas importantes que la regulan. Antes de la prohibición, las autoridades de la isla imponían reglas estrictas para gobernar las peleas y mantener la seguridad del deporte (Lima, 2019). Por ejemplo, sólo podían suceder en sitios predeterminados, las aves sólo podían luchar por tiempos medidos y los jueces tenían que examinar los gallos por el dopaje. Después del nuevo acto, estas guías no permanecerán. Probablemente, los galleros cuyas familias han dependido del deporte económicamente por muchos años vayan a tener las peleas en lugares secretos, sin regulación y sin normas de seguridad. Por eso, la nueva ley impuesta por los legisladores en Washington puede volver el deporte aún más grotesco y peligroso que lo que es considerado ahora. En cualquier caso, las peleas de gallos que han tenido un papel principal en la isla por generaciones, no se van a disipar pronto.

Tal vez los defensores de los animales tienen razón en que todas las ventajas que ofrecen las peleas de gallos a la sociedad no pueden justificar su violencia. No hay duda de que el deporte ha herido y asesinado a miles de gallos. Aun así, el gobierno de los Estados Unidos debe autorizar a los puertorriqueños para que decidan las regulaciones de su propia isla. Las leyes de la tierra del norte no siempre aplican a la isla del sur porque su hHistoria, sus valores y su herencia son totalmente distintos. Es más, clasificar una tradición cultural puertorriqueña como ilegal es percibir a los boricuas como criminales y categorizar sus actividades como bárbaras. Esta prohibición ejemplifica perfectamente la tendencia de los Estados Unidos, a través de toda la Historia, de propagar sus propios valores en los países que consideran primitivos. Aunque muchos norteamericanos ven el deporte como un acto cruel, los puertorriqueños, una gente completamente culta y civilizada, deben tener el derecho de decidir el rol de las peleas de gallos ellos mismos.


Fuentes:

Florido, Adrián. “In Puerto Rico, The Days Of Legal Cockfighting Are Numbered.” Code Switch, NPR. 23 de octubre, 2019. Accedido 10 diciembre, 2019.

Lima, Lioman. “Peleas de gallos en Puerto Rico: la polémica por la decisión de EE.UU. de prohibir el "deporte nacional" de la isla.” BBC News Mundo. 20 de diciembre 2018. Accedido 10 diciembre, 2019.

Mazzei, Patricia. “Las peleas de gallos serán ilegales en Puerto Rico.” The New York Times. 11 de noviembre 2019. Accedido 10 diciembre, 2019.


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